domingo, 14 de noviembre de 2010

TRABAJO COLABORATIVO TRES

CINE: TEÓRIA ESTÉTICA
Para hablar de la estética del cine y hacer especial énfasis al cine como arte debemos tener en cuenta algunos estudiosos del tema, es así que podemos enriquecer nuestro conocimiento con algunos aportes como el de HERTEZEN, quien señala que Adentrarse en el complejo micromundo del gusto estético en el cine de esta era postmoderna resulta tarea compleja para aquellos que con pasión nos dedicamos a las ciencias humanísticas, no sólo por la naturaleza subjetiva que posee esta temática, sino también por la variedad de factores que influyen e inciden en la relación que se establece entre el cine y el espectador, en la cual el mercado ocupa un rol significativo y constituye a la vez un eslabón imprescindible en la producción cinematográfica actual, además de imponer las reglas en este juego de las tendencias estéticas del hombre. En este sentido cabe decir que el universo estético del espectador actual deviene zona poco explorada, la cual demanda un estudio profundo no sólo desde el prisma de la Estética tradicional sino también que incluya a otras disciplinas humanísticas.

Debemos partir del hecho de que el cine además de arte constituye un poderoso medio de comunicación de masas que influye día a día en la conciencia y la mentalidad del hombre; aquí arte e industria parecieran haber estado desde sus inicios destinados al ocio, y muchas veces a la búsqueda de la evasión y el escapismo, aunque en el decursar del tiempo han existido cineastas cuyos filmes constituyen un legado de incalculable valor para la posteridad, ahí tenemos a Chaplin, Orson Welles, Bergman, Buñuel, Kubrick, entre otros; pero tampoco es menos cierto que se ha intentado convertir este arte en un mero producto cultural destinado al entretenimiento más trivial, entretenimiento que cada día adopta más la apariencia de cierta alienación del espíritu, o lo que es más terrible aún, del pensamiento, pues cuando otros piensan y deciden por ti, desde ese momento te conviertes en un sujeto alienado, y qué es la historia del hombre sino la historia de las tantas formas de alienación humana, con distintos rostros, pero conservando siempre la misma esencia de extrañamiento y servidumbre, aunque el tipo de alienación que analizamos hoy supera las precedentes, ésta resulta hoy mucho más sutil y peligrosa, pues su naturaleza subyace oculta en las redes del mercado y en el hedonismo que promueve el ?pensamiento único? de esta aldea global en que vivimos.
De modo que arribamos a un mundo aparentemente marcado por la indiferencia y la apatía, fenómeno que llevó a autores como Gilles Lipovetski a hablar de una supuesta ?era del vacío?, tan es así que hoy se habla de Postmoderniad, Fin de la Historia, Sociedad Postindustrial, etc, para eufemísticamente encubrir la esencia del fenómeno, que no es más que una nueva forma de dominación cultural del Capitalismo que antes no conocíamos o al menos no había alcanzado las magnitudes que posee en la actualidad y que opera fundamentalmente en la esfera del consumo cultural. Precisamente en esta era de los ordenadores el consumo deviene mito de la aldea global, y casi todo se subordina a esta especie de teología neoliberal cuyos adeptos no son pocos en este planeta.
Se intenta hacer de esta ?aldea global? un ente más homogéneo, sin aparentes conflictos, y eso es precisamente lo que promueve el pensamiento único de la mundialización, una filosofía del hedonismo sin precedentes en la Historia, lo que enajena al ser humano de su capacidad para sensibilizarse con los problemas y conflictos de este mundo. El hombre actual necesita más que nunca conmoverse, y también por qué no, sufrir ante la desgracia humana, tiene que sentirse vivo y dejar de ser un ente pasivo aniquilado por la indeferencia que otros le han impuesto y reaccionar con un grito de paz y rebeldía. Tiene que despojarse, como decía Nieztche, ?de la moral de rebaño?, y dejar de ser una pieza más de ese complejo e inmenso mecanismo que es el capitalismo tardío.
Es lamentablemente ver cómo la misma saturación de la información y de imágenes ya sean de conflictos bélicos, catástrofes y desastres naturales condicionan en el espectador ya sea de cine o televisivo una postura excesivamente quietista e indiferente, es algo de lo que muchos lectores tal vez ya se hayan percatado, y para los que no, les advierto que el peligro de convertirnos en autómatas cosificados que ni tan siquiera podamos pensar no está muy lejos, recordemos entonces las sabias palabras de Hegel cuando dijo: ?Con lo poco que necesita el espíritu para contentarse, es que se puede medir la magnitud de lo que ha perdido.?
Otro elemento a tener en cuenta en el análisis de esta problemática radica en el auge que ha tenido en la postmodernidad el consumo cultural, aspecto que incide directamente en el tema que venimos analizando. Según el antropólogo argentino Adolfo Colombres: ?La revolución del consumo ha hecho estallar así no solo la sociedad, aislando a cada cual en su celda, sino también la base racional a la cual apelaba la modernidad para conciliar los intereses de los diversos sectores.


Para Colombres ?el Schopping Center es el ágora de la época, pero éste no se contenta con ser un ágora indiscutida, quiere ser también la catedral del nuevo milenio. El consumo avanza sobre la cultura, se inserta en ella y la devora, apelando a una manipulación cognitiva y emocional, tanto de las palabras como de las imágenes.?
En este proceso de mercantilización del séptimo arte, regido cada día más por criterios economicistas y de rentabilidad del producto se va creando una seudocultura de ir al seguro que asfixia la esencia misma de la creación artística, se evaden riesgos y prácticamente no existen espacios para la experimentación como suele verse por ejemplo en el cine independiente norteamericano, al estilo de Tony Kaye y su famoso y noble filme ?Una Historia Americana X?, el cual aborda el tema de la supervivencia en la sociedad norteamericana de la ideología neonazi desde una propuesta estética muy original y renovadora.
En ese sentido pienso que el éxito y la trascendencia del cine en la actualidad descansa más bien en la idea de superar la dicotomía entre arte y entretenimiento. Pues en la medida en que el cine pueda conciliar ambos elementos, logrará mayor aceptación por parte de un público medio sin necesidad de renunciar a su compromiso de captar la realidad social y los tantos conflictos que padece la humanidad, así como tampoco la aspiración a la experimentación que suele caracterizar a una buena cinematografía. Ejemplos que avalan esta idea hay muchos en la Historia del cine, ahí están los filmes de Pedro Almodóvar, que reflejan las disímiles problemáticas que posee la sociedad contemporánea con sus diversas aristas, y también la excelente cinta ?Ciudad de Dios, del cineasta brasileño Fernando Meirelles, en ambos filmes coinciden la aceptación popular y el valor estético de manera muy coherente.
Existe otro ángulo desde el cual se puede analizar esta problemática que aparentemente parece ser sólo de índole estética, que es la cultura de masas, reflejo de un imaginario social alienado de la verdadera cultura, imaginario formado a la vez por símbolos que dan la impresión de emanar de la cultura popular, pero que en la realidad se generan desde arriba y bajo principios de racionalidad industrial, quedando poco o casi cero espacio a la verdadera creación.
Por tanto, nos encontramos aquí ante una nueva forma de cultura que es producto de la modernidad y de la lógica cultural de la potmodernidad del capitalismo actual. Me refiero al debate en torno a dos aspectos básicos que nos posibilitará comprender mejor la contradicción que se genera a partir de la fusión entre el arte y el puro entretenimiento:
LA CULTURA DE MASAS Y LA INDUSTRIA CULTURAL: DOS ROSTROS DE UN MISMO FENÓMENO.
Cuando verdaderamente se comienza a generar un pensamiento crítico desde el mismo seno del capitalismo sobre el impacto de la racionalidad técnica en la cultura y en el arte es a partir de la creación en el primer tercio del siglo XX de la llamada Escuela de Frankfurt, heredera de las ideas de Marx, la cual aglutinó a pensadores como Theodor Adorno, Max Horkheimer, Herbert Marcuse, Walter Benjamín, entre otros. En la obra de todos ellos hay un elemento común: la cuestión del arte devenido en mercancía y su efecto alienante sobre el hombre, además que asumieron una posición política de vanguardia en su tiempo, no por gusto muchos tuvieron que huir de la persecución a que fueron sujetos por el régimen nazi, al igual que otros notables científicos de la época.
En los casos de Adorno y Max Horkheimer estos parten de la idea que la industria cultural alienta el consumo como factor determinante en la producción de los bienes culturales, aunque para ello tenga que promover una pasiva aceptación de lo existente, estandarizar la obra de arte bajo parámetros previamente establecidos, razón por la que vemos infinidad de filmes que siguen los mismos cánones estéticos, tales como recurrir a un cine que haga gala de la mayor espectacularidad y derroche tecnológico posible, poca o ninguna complejidad en cuanto a lenguaje cinematográfico, y sobre todo una linealidad asfixiante.

Para ambos pensadores: ?Todo cuanto se resiste contra lo fácil, superficial y conformista tiende a ser neutralizado. Divertirse significa muchas veces estar de acuerdo, que no hay que pensar, que hay que olvidar el dolor, incluso allí donde se muestra.?
A pesar de que la producción cultural en este mundo globalizado está dominada por el principio de estandarización, el ardid comercial consiste en presentar los productos de la industria cultural como lo contrario, como algo modelado artísticamente de manera individual y completamente único. Sin lugar a dudas la industria cultural es uno de los instrumentos básicos de que dispone el sistema capitalista para perpetuar su dominio mediante recursos más sosfiticados que la mera represión, asegurándose la hegemonía cultural que le permite consolidar también la económica y social.
Se nos intenta a través del poder de las imágenes de los mass- media domesticar el alma, y cosificar o congelar cualquier vestigio de pensamiento crítico o cuestionador, alentando en nosotros el espíritu del conformismo y la apatía, una macraba filosofía que incita a la aceptación de lo existente, como si la Historia y las Utopías hubiesen terminado, y todos vamos comprendiendo que no es así, aunque figuras como Francis Fukuyama y Daniel Bell digan en su discurso lo contrario.

El prestigioso estudioso de los medios de comunicación Ignacio Ramonet plantea al respecto que existen concretamente tres evidencias del peligro que representa para la sociedad la propaganda silenciosa que continuamente emiten las llamadas industrias culturales:




1. Reduce a los seres humanos al estado de masa y obstaculiza la estructuración de individuos emancipados, capaces de decidir y discenir libremente.
2. Reemplaza en la mente de los ciudadanos, la legítima aspiración a la autonomía y la toma de conciencia sustituyéndola por un conformismo y una pasividad peligrosamente regresivos.
2. 3. En suma, confirma la idea de que los seres humanos desean ser fascinados, y que por un instante, desean olvidar el mundo cruel, absurdo y trágico en que viven.

Indudablemente el meollo de la cuestión estriba en la contradicción que se genera a partir de la fusión en estos tiempos de la cultura y el entretenimiento, al fin y al cabo, qué son el cine y la TV sino dos poderosos e influyentes medios de entretenimiento masivos, sin embargo, vale preguntarse hasta dónde es arte el cine que recepcionamos y cuándo es puro narcótico para el espíritu. Analicemos a continuación lo relacionado con la cuestión de la cultura de masas, que al igual que la industria cultural, son dos caras de una misma moneda y a la vez dos elementos que no debemos analizar por separado.

Para el sociólogo Edgar Morin: ?La cultura de masas es todo un conjunto de símbolos, valores, mitos e imágenes referidos tanto a la vida práctica como al imaginario colectivo. No es autónoma en el sentido absoluto, puede impregnarse de cultura nacional, religiosa o humanista, y a su vez las penetra.?

Es necesario señalar que un rasgo distintivo de la cultura de masas es su gran capacidad de adaptación a públicos y contextos sociales distintos, pues el hecho de que la fórmula sustituya a la forma va unido directamente a la producción de masas que, al estar destinada a un consumo de masas, impone la búsqueda de un denominador común, de una calidad media para un espectador medio.
La forma espuria de la cultura de masas, según apunta el semiólogo Roland Barthes, es la repetición vergonzosa: repite los contenidos, los esquemas ideológicos, la difuminación de las contradicciones, pero varia las formas superficiales: no dejan de aparecer libros, nuevas películas, pero siempre con el mismo significado.?
El origen de esta cultura de masas se remonta a los comics, personajes de historietas al estilo de Spiderman, Batman, Superman, entre tantos otros bodios de la seudocultura que han sido recreados en la gran pantalla hasta la saciedad, y que de cierta manera han logrado conquistar el corazón de muchos espectadores, especialmente los más jóvenes, los que constituyen un mercado seguro para los grandes productores de Hollywood, quienes nunca invierten en una obra sin la seguridad de recuperar lo invertido, evaden el riesgo para caer en la repetición más ramplona, a través de esquemas dramaturgicos ya trillados.
Muchos de los éxitos del cine comercial norteamericano, como Exterminador, Armagedon, Misión imposible, El Día de la Independencia, entre tantos títulos, se basan dramatúrgicamente, en los mecanismos del suspense, del miedo o en una trama irreal, fantástica o de ciencia ficción. Su forma y estilo aplican las mismas fórmulas de superficialidad, simplicidad, nada de imprevistos, linealidad sin tropiezos, convencionalidades, clichés y un marcado culto al éxito y al dinero, además que muchas de esas cintas han logrado crear una estética de la violencia basada en secuencias rápidas, máxima acción y escasos diálogos, que en definitiva son expresión de la sociedad actual y de ese ?sueño americano? que cada día nos quieren imponer.?
En un intento por resumir los rasgos principales que caracterizan a este tipo de cine Luis Brito García, ensayista venezolano especializado en temas de estética considera que este cine suele caracterizarse por ?la escasa innovación formal, el empleo de estereotipos o formuladas patentadas, la desmesurada preocupación por el efecto, el conformismo ideológico, la homogeneidad del contenido y la promoción de la pasividad consumista que son reprochados a la cultura de masas a que responden estos filmes. Son las mismas características que un sistema imprime a sus mercancías para someterlas a las prueba paradigmáticas del mercado.?

Ivan Slavov, el afamado esteta búlgaro, refiriéndose a esta problemática del arte contemporáneo, introduce un elemento inherente a este fenómeno de la cultura de masas: el kitsch, el cual se ha identificado con el mal gusto estético y la trivialidad en el arte, aspecto muy generalizado en el postmodernismo. Para él: ?El factor fundamental para que el kitsch adquiera un carácter masivo es la industrilialización de la cultura, cuyas obras generalmente se estereotipan, convirtiéndose en mercancía, mientras que el vínculo entre el artista y el consumidor es mediado a través del mercado. Por tanto, la originalidad de la obra artística pierde su importancia estética independiente y es medida por su valor en el mercado.?

Este fenómeno del Kitsch, posee múltiples aristas, pero indudablemente se manifiesta en el cine a través del éxito de taquilla, algo que resulta contradictorio si analizamos cómo muchas veces determinados filmes van acompañados de un cierto éxito de público y también de la crítica especializada, filmes que trascienden por su valor, y que son capaces de atrapar a cualquier tipo de espectador, ahora esto normalmente no suele suceder así, pues también hay numerosas obras de la cinematografía que apelan a un lenguaje incomprensible para aquel espectador medio, amorfo y desprovisto de actitudes estéticas para realizar una lectura cinematográfica capaz de superar los marcos de un visionaje lineal y vivencial de la obra.

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

1. Borrero García, Juan Antonio. La edad de la herejía. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2002




3. Brito García, Luis. El imperio contracultural: del rock a la postmodernidad. Editorial Arte y literatura, La Habana, 2005 p. 40-41
4. 3. Colombres, Adolfo. La emergencia civilizatoria. Centro de Investigación y desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2001
5. 4. Ramonet, Ignacio. Propagandas Silenciosas. La Habana: Instituto Cubano del libro, 2001
6. 5. Wolf, Mauro. La investigación de la comunicación de masas. La Habana, Instituto Cubano del libro , 2000
7. 6. Slavov, Ivan. EL KITSCH. Editorial Sviat, Sofía, 1989 p. 57